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¿Estás dispuesto a pagar el precio?

El sol abrasador del desierto caía sobre mí mientras manejaba por una carretera desolada. Había pasado más de seis horas conduciendo y la monotonía del paisaje estaba empezando a vencerme. Necesitaba un descanso, así que decidí buscar un lugar para recostarme, refrescarme y continuar con mi viaje.

A pocos kilómetros, divisé un pequeño oasis de árboles que parecía ser el lugar perfecto para descansar. Me senté bajo un árbol y, como por instinto, levanté la vista hacia el cielo. Allí, en la distancia, vi un ave majestuosa en pleno vuelo con las alas extendidas, capaz de sostenerse en el aire y moverse con increíble facilidad a diferentes velocidades.

De repente, el ave redujo la amplitud de sus círculos y descendió lentamente, casi deteniéndose por completo. Luego, se lanzó en picada a una velocidad impresionante, como si fuera a estrellarse contra el suelo. Levantó una nube de polvo al aterrizar y ascendió de nuevo con la misma rapidez, aleteando vigorosamente para elevarse, llevando entre sus garras una presa que no alcanzaba a distinguir.

Seguí el vuelo del ave hasta que se perdió de vista. Era un águila preciosa, que me dejó meditando en lo que acababa de presenciar.

Más adelante, ya avanzada la tarde, vi a lo lejos varias aves volando en círculo a menor altura. Me detuve para ver qué estaban haciendo, suponiendo que eran águilas. Sin embargo, al acercarme, descubrí que eran buitres. De lejos, parecían águilas, pero al observarlas con más detalle, se notaba la diferencia en su apariencia y actitud.

Los buitres descendieron lentamente y se posaron en las ramas de los árboles. Permanecieron allí un rato hasta que uno de ellos se acercó cautelosamente a un caballo muerto. Dio un picotazo de prueba para ver si el animal estaba vivo y, al comprobar que no corría peligro, lanzó varios picotazos más antes de permitir que los otros buitres se sumaran a la carroña.

Durante el resto del viaje, reflexioné sobre la similitud entre el comportamiento de estas aves y el del ser humano. La actitud que tomamos marca la diferencia entre triunfadores y perdedores.

El líder está convencido de lo que quiere y va por ello con decisión, mientras que el mediocre espera a que no exista ningún riesgo y todo sea seguro para actuar. Nunca dan el primer paso, pero cuando otros han explorado el camino por ellos, reclaman sus derechos como si hubieran sido los pioneros.

El triunfador no duda una vez que decide ir por lo que quiere. El pusilánime no toma decisiones, se conforma con lo que le dejan los demás.

Recibí un correo que define perfectamente el perfil del triunfador, el cuál transcribo a continuación, porque vale la pena

Al llegar a casa, me senté a reflexionar sobre el mensaje que había recibido a través del artículo y recordé las palabras de un mentor que tuve en mi juventud: «La vida es como un vuelo, si no tienes un objetivo claro, estarás dando vueltas sin rumbo fijo y sin llegar a ningún lado». Esa frase se había quedado grabada en mi mente y en ese momento cobraba más sentido que nunca.

Empecé a pensar en mi propia vida y en los momentos en los que había tomado decisiones importantes y había luchado por mis objetivos, pero también recordé aquellos momentos en los que había dejado pasar oportunidades por miedo al fracaso o por falta de confianza en mí mismo.

Entonces entendí que el éxito no se trata de nunca fallar, sino de levantarte cada vez que caes y seguir adelante con más fuerza y determinación. El fracaso no es más que una oportunidad para aprender y crecer, para corregir tus errores y mejorar en tu camino hacia el éxito.

Así que decidí tomar acción y definir claramente mis objetivos, trazar un plan de acción y empezar a trabajar duro para alcanzarlos. No importa cuánto tiempo me lleve o cuántos obstáculos tenga que superar, estoy decidido a dar el máximo esfuerzo y luchar hasta el final por lo que quiero.

El viaje de regreso a casa había sido más que un simple viaje en coche, había sido una lección de vida que había llegado en el momento justo y que había despertado en mí una nueva determinación y pasión por el éxito.

En conclusión, el vuelo de la victoria no es fácil, requiere de sacrificio, determinación y trabajo duro, pero al final el resultado es invaluable y la sensación de haber alcanzado tus objetivos y de haber triunfado es algo que nunca podrán quitarte. Así que no te rindas ante el primer obstáculo, sigue adelante con valentía y convicción, porque sólo aquellos que se atreven a volar alto pueden alcanzar la victoria.

Siempre es bueno recordar y tener en cuenta, que lo único que marca la diferencia entre quienes logran lo que se proponen y los que no lo pueden hacer, es la actitud con que enfrentan las circunstancias y logran superar los obstáculos disfrazados de fracasos.

En esta ocasión quisimos remarcar esas diferencias por medio de una comparación dramática, que ilustra la forma de actuar de quién tiene el perfil de líder y de quién se ha conformado con seguirlo.

Como de costumbre espero que los conceptos aquí expresados nos hagan reflexionar y adoptar aquellos que consideremos poder aplicar en nuestras vidas, para ser cada vez mejores y más felices.

      ¡Quién sabe controlar su mente… puede manejar su destino!

Hasta la próxima, les deseo mucho éxito.

Saludos

Jaime Borbolla