fbpx

Tal vez no seamos los dueños de lo único que realmente nos pertenece: nuestra vida.

Especialmente esa mañana, desperté con la sensación de que me dirigían al paredón. La idea de luchar con el tráfico durante una hora o incluso hora y media, buscar aparcamiento durante 15 o 20 minutos, y luego llegar estresado a un lugar donde pasaría 12 o más horas haciendo algo que no me gustaba, rodeado de personas con las que no tenía afinidad alguna.

Tenía que hacerlo porque esa actividad me permitía resolver mis problemas económicos, pero en realidad me sentía prisionero.

Ese día, mientras regresaba a casa atrapado en un tráfico interminable que me daba mucho tiempo para reflexionar, decidí poner fin a ese tormento diario y encontrar una solución para hacer lo que realmente quería: ¡ser el dueño de mi propia vida!

El precio que estaba pagando por un salario que apenas cubría mis necesidades básicas era demasiado alto.

Obviamente, mis posibilidades de destacar en esa actividad eran muy reducidas, ya que no sentía ni el menor entusiasmo ni interés por ella.

Pensé en cuántas personas estarían en esta situación, esclavizadas a una actividad que hacemos porque no nos queda más remedio. En realidad, no se trata tanto de la actividad en sí, porque tal vez nos guste, sino de la estructura en la que se lleva a cabo.

Lo que realmente nos desalienta es la falta de estímulo y la rutina en la que caemos. Las presiones a las que nos vemos sometidos nos obligan a dar cada vez más para justificar lo que se nos paga. Perdemos nuestra libertad y el derecho que tenemos de realizar actividades gratificantes fuera del entorno laboral.

Me dije a mí mismo durante mi reflexión: «¿Por qué no utilizar mi energía, habilidades y talento en beneficio propio?»

Uno de los principales obstáculos que nos imponemos como seres humanos para emprender nuevos horizontes es el miedo a abandonar lo seguro, incluso si ese «seguro» solo nos permite sobrevivir penosamente. Ese miedo se origina en la falta de confianza en uno mismo y en la pobre imagen que tenemos de nuestras propias capacidades.

Por supuesto, esta actitud se refleja en todos los aspectos de nuestra vida. Nos aferramos a personas, situaciones y todo tipo de ataduras que nos esclavizan porque no nos atrevemos a cambiar. Preferimos vivir con el concepto de que «más vale malo por conocido que bueno por conocer». Yo, en cambio, prefiero «morir de pie que vivir de rodillas».

Ha llegado el momento de tomar las riendas de nuestras vidas y construir un mejor destino. ¡Sin duda, podemos lograrlo! Solo tenemos que intentarlo, y si nos equivocamos, no pasa nada, siempre habrá otra oportunidad.

Como decía Henry Ford: «Si crees que puedes, tienes razón; y si crees que no puedes, también tienes razón». En otras palabras, somos el resultado de la imagen que nos hemos formado de nosotros mismos. No nos limitemos, tenemos mucho más potencial del que creemos; solo necesitamos ponerlo a prueba.

Piensa y actúa, no dejes que tus ideas se queden en el aire. Pruébalas, averigua qué sucede. Lo que te puedo asegurar es que si no lo intentas, nunca lo sabrás.

La vida es una gran aventura, una caja de sorpresas que favorece a aquellos que saben conquistarla. Atrévete a soñar, pero también atrévete a convertir esos sueños en realidad. La diferencia entre un sueño y una meta es que las metas son sueños con una fecha concreta para hacerlos realidad. Un sueño es solo eso, algo que se queda fuera de la realidad si no se materializa.

Lo único que verdaderamente poseemos son nuestros pensamientos y también somos responsables de ellos. Es lo único que podemos controlar, pero cuando somos capaces de cambiarlos, algo se transforma en nuestro interior. A medida que modificas tus pensamientos, el mundo cambia contigo.

Sucede lo mismo que con la paciente que consultó al psiquiatra porque sentía que el mundo estaba en su contra. «Ya no aguanto a la gente, doctor», le decía, «todos me agreden y molestan». El médico le recetó un medicamento que le ayudaría a relajarse y a ver la vida desde otra perspectiva.

Después de un tiempo, se encontraron de nuevo y el médico le preguntó: «¿Cómo está usted ahora, señora?». Ella respondió: «Doctor, ha cambiado tanto el mundo». En otras palabras, la forma en que pedimos algo influye en lo que recibimos.

Cuando nosotros cambiamos, también cambia nuestro entorno.

Vive intensamente, recuerda que el mejor momento de tu vida es el que estás viviendo en este preciso instante. Tú tienes el poder de cambiar tu vida en el momento que lo decidas.

No olvides las palabras de Henry Ford: «Si crees que puedes, tienes razón. Y si crees que no puedes, también tienes razón». Eres el arquitecto de tu propia realidad. No te limites, tienes dentro de ti una capacidad infinita. Solo necesitas dar el primer paso y creer en ti mismo.

Así que piensa en grande y actúa con determinación. No tengas miedo de dejar atrás lo que te ata y te impide alcanzar la vida que deseas. El camino hacia la libertad y la realización personal puede ser desafiante, pero vale la pena.

Recuerda, eres dueño de tu vida y tienes el poder de crear un futuro mejor. ¡No esperes más, comienza a construirlo hoy mismo!

«Libérate y conquista tu vida: El poder de ser dueño de tu propio destino»